El tercer mundo, «Kuskurza»
El Tercer Mundo de los Hopi poseía características muy interesantes ya que aquí se nos narran máquinas muy avanzadas e incluso voladoras, tales como platillos voladores, por orden de Sótuknang los gemelos Poqánqhoya y Palongauhoka volvieron a sus puestos en los Polos y la Tierra volvió a rotar de nuevo y adquirir dinamismo y calor, los densos y gigantescos bloques hielos se derritieron y se crearon nuevamente los océanos paulatinamente, una vez la Tierra fue habitable de nuevo Sótuknang volvió al hogar de los ‘Hombres Hormiga’ y les otorgó nuevamente a los humanos el permiso de volver a salir a la superficie y rehacer sus vidas, con la condición de que nunca olvidaran a su Creador y les mostrasen alabanzas en formas de cantos, pues esta sería la prueba de que los humanos aún estaban conectados con Dios y no le habían dejado de lado como hicieron las dos humanidades anteriores. El nuevo Mundo era conocido como ‘Kuskurza’, su color simbólico era el rojo, su mineral era el cobre, la diferencia principal respecto a los anteriores Mundos es que los pobladores de ‘Kuskurza’ alcanzaron un nivel de vida y desarrollo que les permitió poblar de seres humanos el planeta hasta niveles insospechados, congregándose ya no en pueblos o pequeños reinos sino enormes ciudades y naciones, se creó el concepto de civilización; en este entorno ruidoso en el que el ser humano se disociaba cada vez más de la Naturaleza buena parte de ellos olvidaron la condición una vez más de alabar a Taiowa y Sótuknang y cantar las alabanzas tales como se les fue exigido, los seres humanos se volvieron mucho más promiscuos sexualmente y surgieron toda clase de perversiones sexuales, algo que enfadó mucho al Creador pues no otorgó el poder sexual creador del hombre y la mujer para esto, todo el poder creativo y tecnológico de esta Humanidad encontró un peligroso detonante como es el afán de poder militar que intoxicó las mentes de muchos gobernantes, que ordenaron desarrollar armas cada vez más destructivas y avanzadas, y fue así como las guerras se hicieron más mortíferas debido a que la capacidad destructiva se había potenciado enormemente, ya no era un asunto de hacer la guerra con espadas y flechas como en el Segundo Mundo sino de bombas capaces de destruir ciudades enteras, en este Tercer Mundo se empezó a fabricar lo que los Hopi llaman «pátuwvoa» o escudo de piel curtida, que en realidad eran naves voladoras que en muchas ocasiones se usaban para emplear ataques relámpago sobre otras ciudades cuando dos naciones o pueblos estaban en guerra.
Se podría mencionar numerosísimos ejemplos de naves voladoras en forma de platillo u otras formas más exóticas representadas en la antigüedad en forma de pintura y escultura, uno de los más conocidos son los ‘Vimana’, o vehículos voladores descritos en la literatura hindú antigua, se consideraban como carrozas de los dioses o incluso tronos voladores, otras narraciones lo presentan como casas o palacios voladores, aunque algunos de estos ‘Vimanas’ tenían una finalidad bélica y poseían capacidad de ataque destructivo.
Sin salir de la India encontramos unas extrañas pinturas prehistóricas halladas en las cuevas de Charama, en el estado central de Chhattisgarh, estos petroglifos que se cree que tienen unos 10.000 años de antigüedad presentan figuras similares a extraterrestres y objetos que recuerdan a platillos voladores.
Foto: Pinturas prehistóricas de las cavernas de Charama, en la India.
Y centrándonos en la literatura sagrada por mencionar otro ejemplo de tantos podemos mencionar el libro de Ezequiel del Antiguo Testamento, donde en el capítulo 1 (versículos 15-21) nos encontramos con esta extraña definición de lo que muchos estudiosos modernos teorizan que podría tratarse un avistamiento de una nave extraterrestre:
«15 Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados.»
«16 El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda.»
«17 Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban.»
«18 Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro.»
«19 Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.»
«20 Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.»
«21 Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.«
Sin duda los parecidos razonables de extraños objetos y artefactos recreados en el arte y la literatura antigua con los arquetípicos platillos voladores que están forjados a hierro candente en el inconsciente colectivo de nuestros tiempos es un tema complejo y apasionante y sin duda daría para un artículo aparte.
Como era previsible al igual que con los Mundos anteriores el Creador Taiowa ordenó resetear de nuevo a la Humanidad pero esta vez a través de un gran diluvio, lo cual nos invita a pensar que en el contexto de este Tercer Mundo se situaran los hipotéticos continentes de Mu, Lemuria y por supuesto la mítica Atlántida mencionada por Platón en sus diálogos «Timeo y Critias», que habría desaparecido bajo las aguas de este diluvio alrededor del año 10.000 a.c, se cree que esta civilización antediluviana era poseedora de una avanzadísima tecnología e incluso artefactos voladores.
El Gran Diluvio es un mito de mención contante en múltiples culturas como por ejemplo la historia del diluvio en el Poema de Gilgamesh, también en los mitos griegos donde se relata el gran diluvio producido por Zeus que puso fin a la existencia humana por haber aceptado el fuego que Prometeo había robado del Monte Olimpo, también en el libro sagrado de los Mayas conocido como ‘Popol Vuh’ y por supuesto el diluvio del Génesis donde se narran las hazañas de Noé y la construcción de su arca, donde embarcaría a su familia y numerosas especies animales para una vez llegado el momento repoblar la Tierra.
Foto: Ilustración representando al dios Sótuknang
Como ya pasó en los anteriores mundos se designó a unos pocos elegidos para repoblar el Cuarto Mundo, esta vez con la intervención de la diosa madre ‘Mujer Araña’, la cual preguntó a Sótuknang como habría de salvar a los elegidos, a lo que Sótuknang respondió que cuando llegara al lugar designado mirara a su alrededor, y allí Mujer Araña vería unas plantas altas de tallos huecos que debía cortar y colocar dentro a los seres humanos, una vez hecho esto Sótuknang selló las cañas y justo después provocó el diluvio, los seres humanos flotaron en el océano por muchísimo tiempo, pero finalmente cesaron los movimientos y Mujer Araña quitó el sello de las cañas huecas, cuando los seres humanos salieron y vieron a su alrededor se percataron de que se encontraban sobre una pequeña porción terrestre que otrora había sido la cima de una de las montañas más altas del Tercer Mundo, sin embargo esta no fue la tierra designada por Sótuknang para asentarse.
Fue entonces cuando por orden de Sótuknang la Mujer Arana indicó a los humanos que construyeran lanchas redondas y planas con cañas huecas para que estos supervivientes pudieran seguir navegando por el inmenso océano, éstos navegaron en dirección al Este, al Sol naciente, en sus lanchas de caña, la leyenda narra que desembarcaron en varias islas y que en ocasiones cuando arribaban a tierra escuchaban unos inquietantes y extraños rugidos que no pudieron explicarse, ruídos que posteriormente se aclarará su significado, y aunque encontraron ciertas islas con condiciones y clima más favorable para desarrollar su vida y se quedaron un tiempo a vivir en estos terrenos fértiles la Mujer Araña les recordó que no debían acomodarse y procrastinar su viaje ya que aún no había acabado, según Sótuknang el camino sería cada vez más arduo pues la tierra prometida por el Creador y él mismo no debía ser un lugar verde, lleno de vegetación y de suelos ricos y fértiles, pues alegaba que la vida ahí sería demasiado fácil para ellos y volverían a caer en sus costumbres viciadas.
Los supervivientes navegaron durante largo tiempo hacia el Este y un poco hacia el Norte, hasta que arribaron a una tierra de enormes dimensiones, una tierra que se extendía de norte a sur y la vista no alcanzaba a ver el final de ambos extremos, la intuición interior les dictó que aquella era una tierra especial, extraordinaria, pero según la leyenda al llegar a esa tierra se toparon con un acantilado que no les permitió desembarcar, así que buscando tierra firme navegaron primero al Norte, pero el acantilado no decrecía en altura sino más bien todo lo contrario, así que cambiaron de opinión y se dirigieron rumbo al sur prosiguiendo su travesía por muchos días más para encontrarse con el mismo desalentador resultado, desmoralizados y agotados estos supervivientes dejaron de remar y sencillamente dejaron que las corrientes se suavizaran y el viento y la marea liderara la dirección de sus navíos, pero para su regocijo tuvieron un golpe de suerte y poco después llegaron a tierra firme, una tierra que se trataría del continente americano, Sótuknang les confirmó que esa era la tierra prometida y los supervivientes pudieron ver cómo este dios sumergía bajo las aguas las islas en las que previamente estos supervivientes habían desembarcado, según sus palabras en el fondo de los mares yacían todas las orgullosas ciudades del Tercer Mundo, así como sus «patuwvotas» que como indicamos previamente en el idioma nativo Hopi significa «escudos voladores», o en otras palabras aquellos platillos volantes que en última instancia se usaron con fines bélicos durante los últimos periodos el Tercer Mundo.
Foto: Muchachas Hopi con peinado Pueblo tradicional
Llegados este punto no podemos ignorar la gran cantidad de estructuras encontradas sepultadas bajo el océano como la ciudad Krishna-Dwarka en el Golfo de Khambhat en la India, en el 2002 se reveló por parte de oceanógrafos del Instituto Nacional de Tecnología Oceánica de la India el descubrimiento a 36 metros de profundidad de los restos de esta gran ciudad perdida de 8 kilómetros de largo por 3 de ancho, tras expediciones posteriores y una importante cantidad de material recuperado como materiales de construcción, cerámicas y restos humanos se dató la antigüedad de la ciudad de unos 9.000 años gracias a la técnica de carbono 14, esto la convertiría en la civilización más antigua del planeta, y según esta polémica datación habría prosperado durante la segunda era de hielo para después quedar sumergida.
Podemos citar otro ejemplo interesante de ruinas bajo el lago como la del Templo Sagrado del Lago Titicaca en la cordillera de los Andes, que de acuerdo a un artículo publicado por la BBC el 23 de agosto del 2000 se encontraron estas ruinas pertenecientes a un ancestral templo en las profundades de este lago considerado el lago navegable más alto del mundo, gracias a la expedición «Atahualpa 2000» que contó con el apoyo de un importante grupo internacional de científicos; según los medidas tomadas por los buzos el templo mide 200 por 50 metros (casi el doble que una cancha de fútbol promedio), así como también una terraza agrícola, una carretera y una muralla de 800 metros de largo; según Lorenzo Epis, científico de esta expedición, poseería una antigüedad de al menos 1500 años y dichas ruinas son definitivamente pre-incas y relacionadas con las misteriosas gentes de Tiahuanaco.
Foto: La misteriosa pirámide de Yonaguni
Por citar un último ejemplo más y uno de los más misteriosos del mundo, tenemos las ruinas de la isla japonesa de Yonaguni, de un area de 150 por 300 metros, fueron descubiertas en 1986 y están sumergidas a más de 25 metros en el mar, según los arqueólogos que descartan la teoría de formaciones naturales fueron creadas por una antigua civilización hace más de 10.000 años, de estas ruinas la formación más llamativa es la llamada «pirámide de Yonaguni», de ángulos perfectos y escaleras horadadas en la misma roca, con una base de 20 por 50 metros y una parte superior a sólo 5 metros de la superficie, su disposición curiosamente recuerda a los Zigurats de la antigua Mesopotamia.
El cuarto mundo, «Túwaqachi»
El nombre que Sótuknang le concedió al Cuarto Mundo era ‘Túwaqachi’, que significa el «Mundo Completo» y su color simbólico era el blanco amarillento o «sikyangpu», este nuevo mundo a diferencia de los anteriores se caracterizaba por poseer características climáticas y del terreno muy diferentes según la zona, había zonas de mucho calor o bien gélidas, desiertos y páramos helados, así como zonas de montaña muy escarpadas; también indicó que cada clan familiar debía emprender su propio camino y seguir su propia estrella hasta que ésta se detenga, y éste sería el lugar donde se establecerían definitivamente, según la leyenda a medida que los diferentes clanes se iban adentrando al interior del continente y se expandían hacia los cuatro puntos cardinales percibieron el mismo rugido que anteriormente llegaron a oír cuando desembarcaron en otras islas, fue entonces cuando se apareció una deidad en forma de un hombre, que en los relatos se describe como muy apuesto, que reveló que era quien emitía esos sonidos y que lo hacía para ayudarles a encontrar el camino hacia esa tierra prometida, también se presentó a sí mismo como el custodio, guardián y protector de esas tierras; los humanos le reconocieron, se trataba de Másau, que fue también custodio del Tercer Mundo, pero se volvió engreído y falto de humildad y Taiowa lo destituyó de su función para tornarlo una deidad de la muerte y del inframundo, pero Taiowa decidió darle una segunda oportunidad en el Cuarto Mundo.
Foto: Localización orientativa del pueblo Hopi en el suroeste de Norteamérica
La figura de Másau es muy relevante pues ofrece una guía a los diferentes clanes de cómo debían poblar esta nueva tierra indicados en diversas tablillas sagradas que se les entregó, ya que éstos debían seguir unas directrices y acatarlas de forma estricta, a uno de los clanes conocido como el «Clan del Fuego» se les habla de una figura muy interesante y clave entre las profecías Hopi conocida como ‘Pahána’, Másau explicó que después de migrar este clan hasta su hogar permanente llegaría un tiempo futuro que su tierra sería conquistada por un pueblo de forasteros, y que se verían obligados a cultivar la tierra y a seguir viviendo de acuerdo a los dictados de un nuevo gobernante, ya que de no hacerlo serían tratados como criminales y castigados, sin embargo no debían resistirse sino acatar y esperar a cierta persona que redimiera a los forasteros conquistadores, esta persona sería conocida como «hermano blanco perdido», o ‘Pahána’, que de acuerdo a Másau volvería a ellos con el trozo faltante de una esquina de una tablilla entregada a este clan, y una vez redimidos los opresores el «hermano blanco perdido» construiría con los Hopi una nueva hermandad universal que incluiría a todos los seres humanos, sin duda las interpretaciones están servidas.
Sin duda son sorprendentes los paralelismos con textos como el de la Torá, por los conceptos de las tablillas sagradas, una larga y ardua migración (éxodo), indicaciones precisas de cómo llegar a una Tierra Prometida, la actitud que se esperaba de esta nueva creación que era el pueblo elegido de Dios, e incluso el parecido más que razonable de la palabra Másau con Moisés.
Según las leyendas los Hopi han esperado durante el Cuarto Mundo la llegada del Pahána o «hermano blanco perdido», ya que les llevaría a una nueva vida de armonía y hermandad, según el libro de Water Frank «El Libro De Los Hopi» (1963) los antiguos Hopi profetizaron la llegada del Pahána para el año 1519, lo que coincide con la profecía azteca de la llegada de Quetzalcoatl, que simboliza la misma figura del Pahána así como fue Kukulkan para los Mayas, sin embargo la profecía Hopi no se cumplió para ese año sino veinte años después en el año 1540, cuando el conquistador español Pedro de Tovar descubrió las tierras Hopi mientras viajaba al norte desde México, para los aztecas esas profecías sorprendentemente se cumplieron con gran precisión pues fue en 1519 cuando llegó Hernán Cortés a México, a quien recibieron como la encarnación de Quetzalcoatl y por ende con grandes honores por la corte de Moctezuma en Tenochtitlán, pero Cortés llegó allí movido por la ambición y con un cometido específico que era apodarse de los míticos tesoros ocultos en la ciudad y del oro de la región; finalmente tras ciertos altercados, desavenencias y alianzas que Cortés forjó con varios caciques tribales de la región rebelados contra Moctezuma se produjo un levantamiento en la ciudad contra los españoles y los propios aztecas ejecutaron a Moctezuma como traidor al no apoyar a los nobles de la ciudad rebelados contra los españoles, lo que desencadenó en una atropellada huída de Cortés y sus hombres de la ciudad que lograron escapar por los pelos de una carnicería total, y de hecho sufrieron cientos de bajas, muchos de ellos apresados y con toda probabilidad sacrificados después en honor a Huitzilopochtli en los altares durante el festejo de coronación del nuevo ‘Huey Tlatoani’ o ‘Gran Gobernante’ Tetlepanquetzaltzin así como el sacrificio de algunos caballos capturados, irónicamente con la huída los españoles perdieron buena parte del tesoro azteca que éstos habían venido a saquear. Un año después Cortés asedió la misma ciudad que dos años antes lo había maravillado a él y a sus hombres por su esplendor y grandiosidad, un asedio tremendo de 75 días de duración que supuso un panorama dantesco para los aztecas en una superpoblada Tenochtitlán que atrapados y con un armamento no muy eficaz contra las armaduras de acero toledano de los españoles no pudieron resistir a los invasores a pesar de su número inferior, pues no solo fallecían por los combates sino también por enfermedades mortales para ellos traídas por los españoles que los diezmaron —especialmente la viruela—; algo más de una década después, en 1533 Cortés había conquistado ya todo el imperio azteca para la corona de España, definitivamente este no era el ‘Pahána’ esperado por los aztecas, ya que solo trajo la discordia y la destrucción de su mundo.
Foto: Algunas de las tablillas entregadas a cada clan
Foto: Poblado Hopi, 1890
Volviendo a los Hopi, el libro de Water Frank narra cómo siete años más tarde, una vez zanjados los preparativos para llevar la colonización y conquista hacia el norte –concretamente en febrero de 1540– Francisco Vásquez de Coronado marchó al norte desde México con caballeros montados y soldados de infantería en busca de las míticas «Siete Ciudades doradas de Cibola», los pueblos de adobe de los zuñis actuales, en aquellos tiempos era un mito muy similar a «El Dorado», el nombre de las «Siete Ciudades» procede del año 1508 cuando fue publicado en España el libro de caballerías de Amadís de Gaula, que narra que cuando se produjo la invasión musulmana de la Península Ibérica siete obispos huyeron de España con un gran tesoro y se lo llevaron a las tierras del oeste al otro lado del mar, el caso es que según los relatos Coronado llegó y saqueó estos pueblos, poco después Coronado envió a Don Pedro de Tovar –con tan solo 17 hombres a caballo, varios hombres de infantería y el fraile franciscano Juan de Padilla– a 160 kilómetros al norte, donde esperaba encontrar más pueblos que podrían albergar riquezas o tesoros.
Fue en este momento cuando Pedro de Tovar se topo con los Hopi, quienes lo consideraron el Pahána aunque se hubiese retrasado por 20 años, la tradición Hopi relata que Tovar y sus hombres fueron conducidos al poblado de Oraibi y recibidos por todos los jefes de los clanes, según era la directriz de la profecía, también según ordenaban las profecías se dibujaron cuatro líneas con harina sagrada en el lugar, el jefe del Clan del Oso se acercó y extendió la mano con la palma arriba, hacia Pedro de Tovar, los Hopi pusieron a prueba al líder de los hombres blancos esperando como respuesta que alargara su mano también pero con la palma abajo para tomar la del líder del Clan del Oso, la señal específicamente se llamaba ‘Nakwách’, un símbolo sagrado que representa el concepto de Hermandad, sin embargo Pedro de Tovar —confundido por el gesto— ordenó a un soldado que dejase algún regalo en la mano del jefe Oso, ya que pensaba que éste estaba solicitando alguna ofrenda por su condición de jefe de clan, en ese momento los jefes Hopi pensaron que tal vez el Pahána había olvidado el convenio hecho en la antigüedad, por lo que más tarde y tras ofrecerle comida se les explicó a los españoles acerca de aquel convenio sagrado, que en resumidas cuentas consistía en que al final ambos pueblos se reconciliarían, corregirían las leyes y los defectos uno del otro y vivirían juntos compartiendo las riquezas de la madre Tierra y uniendo sus creencias en una sola religión que en última instancia marcaría el inicio de un espíritu de hermandad universal, pero desgraciadamente Pedro de Tovar quedó aún más confundido si cabe que antes y sin muchos ánimos de quedarse demasiado tiempo allí y decepcionado al no hallar ni el más mínimo atisbo de oro o riquezas por aquellos lares los españoles partieron del poblado en poco tiempo, pero más decepcionados quedaron los Hopi y sus respectivos jefes del clan al cerciorarse de que aquel hombre blanco no era el Pahána que esperaban y lo que es más, intuían que tendrían problemas y conflictos con aquellos extraños hombres de armaduras brillantes en el futuro, algo que se hizo realidad con la conquista y colonización de Nuevo México por los españoles.
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